miércoles, 21 de septiembre de 2011

Historia: Especial vuelta al cole

Después de casi medio verano sin escribir, he decidido hacer unos cambios en la historia para así empezar el curso.


TEMPORADA 2

CONOCIENDO A SIR MIGUEL.
PRÓXIMO OBJETIVO: REINO DEL NORTE

El éxito fue total, y yo ya estaba libre. Un hombre joven y bajito, con pinta de guerrero experimentado, se me acercó: “Eres increíble. Hoy has demostrado ser uno de los guerreros más fuertes de Calradia. Me llamo Sir Miguel, y soy también un guerrero, solo que yo tengo una compañía.”. “Encantado de conocerte Sir Miguel” Contesté yo. “Sir Miguel siguió hablando: “Bien, he oído que odias el reino del Norte. Pues da la casualidad que yo también, y sueño con destrozarlo y matar a todos sus nobles. Ésta es mi propuesta: quiero que te unas a mi compañía, con un muy buen sueldo, claro”. Me lo pensé durante unos segundos, hasta que asentí. “Partimos esta tarde hacia Ismirala. Se me ha mandado defender ese pueblo.” “Estaré listo para salir”. Contesté.

A las seis de la tarde partimos hacia el pueblo. Sir Miguel tenía una compañía muy pequeña, de unos cincuenta hombres, todos ellos muy amables. Montamos el campamento y pasamos la noche. Por el día, nos ordenaron formar para la batalla: El ejército enemigo estaba ya en formación. Sir Miguel dio un paseo con su caballo por la fila. Finalmente se detuvo cerca de mí y pronunció una arenga para nosotros: “ El ejército enemigo nos supera ampliamente en número, pero nosotros tenemos la ventaja del terreno y tenemos el sol a favor, lo cual afectará mucho a los arqueros nórdicos. Desde niño siempre odié a los nórdicos, pero nunca pensé que pudiera estar al mando de una compañía de avezados hombres como vosotros. Yo estoy dispuesto a ir al infierno por vosotros. ¿Estais vosotros dispuestos a morir por mí?” “¡SÍ!”. Gritaron los soldados. “ Pues ésta es una arriesgada batalla de la que depende toda la guerra. La presión es muy grande, lo sé, el enemigo es muy poderoso, pero nosotros tenemos a los más veteranos soldados de Calradia. ¡Matemos a esos jodidos nórdicos!”. Ovación general por parte de los soldados.

A continuación, desmontó del caballo y se puso al lado de mí, en primera fila. Tenía un sobretodo, escdo cometa de infante y espada bastarda, equipo muy simple.

El ejército enemigo estaba muy cerca, y los proyectiles estaban volando sobre nuestras cabezas, el implacable sol nos golpeaba sin piedad, pero no nos movimos de ahí. Sir Miguel gritó: “¡Caballeros, llegó la hora de morir!”. Y diez caballeros vaegir cargaron contra el enemigo, rompiendo sus filas. “¡Matemos a esos cabrones! ¡Solo merecen morir!”. Los soldados insultaban a los soldados nórdicos. Se ordenó la carga. Todos fuimos con muchísima rabia hacia esos malditos vikingos.

El impacto fue brutal. La melé era impresionante. Poco a poco se fue haciendo más dispersa, ocupando más espacio. Sir Miguel peleaba con unos golpes muy rápidos y letales, con mucha soltura. Luchaba tan bien como el rey Ragnar y yo juntos. Era increíble. La calidad general del ejército nórdico era muy baja, lleno de levas de campesinos a los cuales solo se les derribaba con un golpe. Maté a cinco hombres nórdicos. Apenas pude ver algún huscarle nórdico por la melé. La fila de infantería enemiga cayó.

Los proyectiles no caían, estaba todo muy tranquilo, con pájaros sobrevolando en busca de carroña. De repente, por detrás de la colina, al menos cincuenta huscarles nórdicos cargaron a nuestras espaldas, sedientos de sangre. La muerte estaba cerca. “Es imposible, es imposible aguantar todo eso, moriremos todos” Dijo muy seriamente Sir Miguel. Nos dimos rápidamente la vuelta y gritamos todos a la vez: “¡Hoy, muero aquí!”. La lucha fue la más sangrienta que vi en mi vida: Las hachas y golpes volaban, había ríos de sangre por el suelo, junto a cadáveres mutilados y sangrando. Sin embargo, como yo ya tenía experiencia contra nórdicos, me resultó más fácil de lo normal.

La lucha seguía durante varias horas, yo ya perdí la noción del tiempo. Las heridas empezaban a escocer, ya que se estaban infestando. Se levantó viento, lo cual hizo más confusa la pelea. Por cada golpe que dabas, nos sabías si le herías a un enemigo o un amigo. Un golpe de escudo me tumbó definitivamente.

Cuando volví en mí, la lucha seguí, con Sir Miguel lleno de sangre causando terror entre las filas enemigas, junto a unos pocos hombres, luchando contra el ya muy desgastado ejército nórdico. Me di cuenta de que tenía una gran herida de espada en el vientre, la cual hacía que no me pudiera levantar. Sir Miguel advirtió que estaba con vida. “¡Venta idiota, me da igual que estés herido o no puedas más, necesitamos todos los hombres posibles, nos están friendo!”. Esos insultos me dieron un último aliento para levantarme y coger mis cosas, aún con la herida sangrante.

La verdad es que los hombres que quedaban estaban en el verdadero infierno. Me acerqué cojeando a un huscarle nórdico que peleaba contra un infante vaegir y le rebané la cabeza con rabia, sintiendo como su sangre se pegaba a mi cota de malla, ya bastante rota. Los músculos de las piernas y los brazos me ardían, y la cabeza me daba vueltas del dolor. La herida me laceraba. Estaba a punto de desplomarme pero aquellas palabras me retumbaban y me obligaban a seguir matando. Solo quedábamos tres de los nuestros: Sir Miguel, un jinete vaegir desmontado y yo. Los tres estábamos con unas caras de cansancio que asustaban, viendo y oliendo a la muerte, luchando cara a cara contra ella, mientras otros cinco huscarles quedaban en pie.

Un nórdico se decidió a matarme. Eso no lo conseguiría nunca, ya que , aunque los dos estábamos cansados, me fijé en que descuidaba mucho la defensa y antes de darse cuenta, yacía en el suelo sangrando. Vi como Sir Miguel abría en canal la cabeza de un oponente sin casco. En ese momento, se derrumbó y cayó al suelo, lleno de sangre, suya o de otros.

Era un dos a tres. Mi compañero fue hacia mí y me dijo: “Los tres tienen hachas a dos manos y los escudos nuestros están hechos pedazos, así que dejamos que nos rompan el escudo con un golpe y les ensartamos con la espada”. Yo asentí. Uno de ellos fue a golpearme de arriba a abajo con un golpe definitivo. Justo cuando la hoja del hacha tocó el escudo, me despojé de lo que se convirtió en añicos y aproveché el hueco para clavarle la espada dolorido. Mi compañero no tuvo tanta suerte y murió.

Era ya un dos a uno y yo estaba con la adrenalina por las nubes, con el corazón latiendo a mil. Entonces, uno de ellos lanzó un ataque a las piernas para derribarme pero di un salto pequeño pero lo justo, lo máximo que pude. Le clavé la espada en la yugular y murió al instante. El otro, sabiendo que no tenía nada que hacer contra mí, dejó el arma y se puso de rodillas a pedirme clemencia: “¡No me mates. Tengo mujer e hijos, yo no quería hacer esto, me obligaron!”. Los próximos segundos serían los más placenteros de mi vida. Corté de dos tajos la cabeza del hombre, y le destrocé las costillas y los órganos en un tercer golpe. El cuerpo inerte cayó al suelo, mientras yo sentía euforia absoluta.

Corrí a por Sir Miguel, que estaba con vida, bastante herido, pero cayó de agotamiento más que por lo demás. Le ayudé a levantarse, costandome bastante también, y nos fuimos apoyados de los hombros el uno con el otro hasta un caballo que tenía unas cantimploras de las que bebimos.

“Mi ejército ha quedado completamente destrozado. Dudo mucho que haya algún herido terminal que pueda ponerse en pie después. La verdad es que has demostrado hoy que luchas mejor que cualquiera en Calradia. Enhorabuena por ese título”. Dijo Sir Miguel, boqueando sin parar. “¿Porqué nos hemos enfrentado a tal masa de enemigos hoy?”. Pregunté. “El ejército del mariscal está de camino en la otra parte del reino para hacer un ataque definitivo contra el reino del Norte. El problema era que habíamos dejado poco defendidas las fortalezas y me mandaron a mí, que yo soy un gran general, repeler ese ataque o por lo menos retrasarlo y diezmarlo lo suficiente como para que llegaran los refuerzos“.Contestó Sir Miguel. “¿Y que haremos ahora?”. “Supongo que nos uniremos a los refuerzos e iremos con ellos al Norte a conquistar lo que queda”.