jueves, 21 de julio de 2011

Crónicas de un soldado de línea XII

Interludio que va antes de uno de los hechos más relevantes de la historia.


CAPÍTULO 12

La venganza se sirve fría.

El castillo Jelbegi era nuestro, y serviría como base de operaciones de nuestra revolución. Un hombre de armas swadiano me regaló su cofia en agradecimiento de gritarle para que volviera a la batalla, y así evitar su humillación. Reparamos los daños provocados en el asedio del castillo y reforzamos el portón.

Estuvimos planeando durante tres días, cuando un soldado llegó herido por una flecha y nos dio un mensaje: “El rey Ragnar se ha enfadado mucho y está de camino del castillo. Va a asediarlo personalmente”.

Ésta era la peor noticia que podíamos esperar. Ragnar se había ganado una reputación en los asedios, además de en los campos de batalla.

En efecto, al día siguiente su ejército rodeó y sitió nuestra posición. Todos los soldados tenían miedo. Yo tenía miedo. Sabía que moriríamos todos pero rechacé la multitud de cartas exigiéndonos que nos rindiéramos. El asedio duraba ya un mes, y las provisiones se nos acababan. Vi cómo se acercaba un ariete hacia el portón principal, y otro al secundario, y una torre de asedio por una muralla lateral. Era el mayor despliegue de armas de asedio que había visto. Me quedé estupefacto.

Ordené que la mitad de los soldados permaneciera en el patio junto a mí, mientras la otra mitad estaba en las murallas, rechazando la torre de asedio.

Hacia las dos de la tarde no llegó otra carta exigiendo la capitulación. Probablemente sería la última. Los arqueros empezaron a disparar flechas cargadas de fuego e ira contra la torre y los dos arietes, con el fin de quemarlos, pero les habían rociado agua anteriormente. Hacía un calor espantoso, y más con una cofia dentro del casco.

El ariete que avanzaba hacia el portón principal llegó a su objetivo. Empezó a golpear la puerta reforzada con hierro y troncos. Poco a poco, la entrada se zarandeaba más y más, hasta que se abrió un pequeño agujero en el centro. Todos nos pusimos a la defensiva, con nuestros escudos, temiéndonos lo peor.

Al fin la puerta cedió y nos vino una marea de vikingos con grandes escudos y hachas, dispuestos a matarnos a todos. Éste sería el final de todo.

El tremendo empuje que dio el lado nórdico fue estremecedor. Empezaron a caer hachas sobre nuestras cabezas, golpeando a muchos y dejándolos muy heridos. Los grandes escudos empujaban en una apelotonada melé en la que yo estaba encerrado.

Sobre el fuerte ruido de los escudo chocar se oyó una fiera voz que decía: “¡El comandante mercenario me lo cargaré yo personalmente!”. En efecto, era el rey Ragnar, dentro de una armadura de cuero hervido y blandiendo una temible hacha de guerra. Ese hombre hizo que mi cuerpo se inundara de terror.

Lanzó un poderosos golpe de arriba a abajo que atravesó un poco mi escudo. Yo le ataqué con toda mi rapidez pero el rey tenía una sorprendente velocidad para bloquear. Seguimos luchando, sin que nadie resultara herido. Mi escudo estaba a punto de hacerse añicos, cuando un intenso ruido nos hizo mirar a todos hacia un lado: El segundo ariete había roto la otra puerta.

2 comentarios:

El Flaco Experimental dijo...

Quizas algun aliado que venga a ayudarlo, las veo muy negras para que salga del interior vencer a todos, quizas Ragnar lo capture y le enseñe las maneras de los nórdicos, quizas lo capture y lo esclavice y tenga que escapar con la ayuda de Letwin :O

Miguel Ángel dijo...

Aún estoy pensando el próximo capítulo.