lunes, 27 de junio de 2011

Crónicas de un soldado de línea XI

Capítulo once de mi historia. ¿Cómo irá la rebelión contra los nórdicos?. En este capítulo lo veremos.


CAPÍTULO 11
El infierno de un asedio.

Ahora tocaba reclutar a un noble para que se uniera a la rebelión contra el reino del Norte. Me monté en el caballo, que no tenía ni silla ni estribos, lo que hacía que difícilmente pudiera galopar y que me dolieran las heridas que tenía, en especial la del vientre.

Iba bastante lento con ese caballo, así que tardé dos días en llegar a Dhirim. Letwin me dio pescado ahumado para que me alimentara mientras buscaba a un noble. En la ciudad intenté convencer a un tal Haringoth, que por cierto era un bruto mala sombra. Tras una bastante larga deliberación, lo único que conseguí de ese hombre es que llamara a los guardias para echarme de allí.

Compré tres hogazas de pan y tardé dos días y medio en llegar a Uxkhal. Allí estaba un hombre llamado Stamar, que era más educado, aunque yo fuera un simple soldado de a pie. Ese hombre era muy listo, pues era capaz de ponerse a las órdenes de un esclavo para aprender tácticas. No tardamos mucho en puntos en común, y aceptó en unirse a mi causa. Este noble disponía de cien tropas disponibles para batallar, lo que era más que suficiente para capturar el castillo Jelbegi.

Letwin, Stamar y yo viajamos a los alrededores del castillo. Establecimos el campamento en la ladera de una montaña, en la parte alta, por si nos tendían una emboscada. Estuvimos toda la noche planeando cómo asediar el castillo y demases.

Al alba, me desperté siendo comandante de cien hombres. Yo no tenía experiencia en tácticas, y no sabía como saldría esta arriesgada empresa.

Por la mañana, una vez desayunadas las tropas, mandé que formaran un cerco alrededor del castillo, y que no dejaran pasar a nadie, ni entrar, ni salir. Mis órdenes fueron contundentes. También ordené a veinte hombres que hicieran una torre de asedio.

Yo ya había estado en muchos encuentros hostiles, así que, como buen general, estaría en una colina vigilando el campo de batalla junto al general de campo, que era el que con un caballo muy rápido, transmitía mis órdenes a los combatientes.

El día pasó lentamente, mientras ultimábamos las tácticas y preparábamos a los hombres para lo que iba a acontecer. Comí bien, pero no pude apenas dormir unas horas.

Al día siguiente, el comandante del castillo nos mandó un mensaje: “Levantad el asedio y nadie se enterará. Si no lo hacéis, toda la furia del norte caerá sobre vosotros”. Esta carta ni me intimidaba ni me amenazaba, pues yo iba a tomar ese castillo aunque fuera lo último que haría. Dormí mal, otra vez. No sabía si tendría la mente despejada para el día siguiente.

Era el gran día, el día del asalto a los muros del castillo Jelbegi. La torre de asedio estaba lista.

Me coloqué en una colina próxima, fuera del alcance de las flechas, montado en un caballo de caza que me prestaron, enfundado en mi loriga y listo para el combate, junto al general de campo, que iba con un blanco caballo de carreras. Los cien hombres se aproximaron a la torre, y treinta empezaron a empujarla hacia los muros enemigos. A cincuenta metros ya les estaban lanzando flechas y jabalinas, para hostigar y “ablandar” nuestras filas. A treinta metros del castillo, empecé a ver como unas flechas con la punta roja y naranja empezaban a salir de la fortaleza. Lo peor es que todas golpeaban a torre.

La pesada máquina de asedio empezó a arder, y los hombres que la movían se soltaron. Yo, como buen sitiador, tenía un as en la manga: escalas. Le dije al general de campo que fuera al campo de asedio y que comunicara que cogieran las escaleras para asaltar los muros. Salió galopando a toda velocidad. Al parecer los defensores eran más listos de lo que esperaba. Quince hombres se repartieron entre tres escaleras de madera, y corrieron hacia los muros. Cuando cinco estaban pasando, la torre de asedio se desmoronó y les cayó la mitad encima. Una escala menos. Los diez soldados que quedaban llegaron a las murallas y colocaron las máquinas de asedio entre las almenas.

Los noventa hombres que quedaban corrieron hacia las murallas enemigas mientras les caía una verdadera tormenta de fuego. Vi como veinte intentaban huir sin luchar, por miedo a las llamas que arreciaban al ejército. Sin pensarlo, pegué una patada a mi caballo y salí corriendo, a convencerles de que volvieran. Les alcancé rápidamente y les grité con furia: “¡Venid y luchad, cobardes!”, y toqué el cuerno para darles ánimos. El pequeño grupo dio la vuelta y subió a las murallas. Se me ocurrió la idea de que si yo luchaba junto a mis soldados, tendrían más ganas de luchar.

Desmonté y saqué mi espada nórdica y mi broquel nórdico. Solté un grito bárbaro y me aproximé a la contienda. Iba muy serio, como si estuviera en un funeral, ojo avizor por si pasaba algo. Me colé entre los valerosos sodados que estaban y llegué a las almenas, donde estaban Stamar, Letwin, y dos hombres de armas. Grité, sobre el fragor de la batalla: “¡Nórdicos, yo soy el jefe, matadme si podéis!”. Era un grito que insufló moral a las tropas, y todos se rieron y empujaron más.

Atravesé la cabeza de un huscarle nórdico con mi espada, y a otro lo decapité. Luchamos durante unos minutos más, hasta que los defensores de los muros cayeron. El ejército gritó eufórico por la toma de los muros. La batalla proseguía, a nuestro favor. Fuimos matando todo lo que fuera nódico en ese castillo. Mujeres y niños también murieron, incluso ancianos. Fue un día teñido de sangre.

Por la tarde, ya teníamos pleno control sobre el castillo. Di la orden de masacrar a todos para infundir, aunque fuera un poco, miedo entre los nobles nórdicos, y para hacer más insensibles a nuestros hombres. El asedio fue un éxito rotundo.

4 comentarios:

El Flaco Experimental dijo...

buena adaptacion :D aunque este capitulo no me gusto tanto, ¿paso de ser un mercenario duro a un estratega? por lo anterior, me gusto, buena manera de contar sin caer en lo obvio.

PD: vi que tambien estan estas historias en el foro de mount and blade, pero no puedo registrarme "Crear una nueva cuenta no es posible actualmente" y como no puedo comunicarme no se si estan enterados del problema, si podes avisarlos estaria eternamente agradecido :D

Miguel Ángel dijo...

Sí, porque este hombre estuvo muchos años con su padre que fue un guardaespladas que lo veía todo. No puedes registrarte debido a la lluvia de spam que ha caído en el foro. Pukin, el administrador ha cerrado los registros hasta que los bots quiten el foro de su objetivo.

P.D: Me alegra que por mi blog también anden personas que comentan y preguntan, y no que solo miran.

El Flaco Experimental dijo...

De nada! :D, podrias avisar que hay un usuario llamado "Kharfax" deseoso de entrar! y que no lo puede hacer, podrías preguntarle a Pukin?

PD: Me gusta tu forma de redactar, tenes un prosa extraña, dado que no das muchos detalles, pero el estilo pausado y contemplador da al lector un margen suficiente para imaginarse la situacion. (Y)

Miguel Ángel dijo...

Ya he puesto un comentario en "el tribunal" y me ha dicho que seguirán así hasta próximo aviso. Esa era mi intención: hacer que el lector se imagine bien la escena por que la gracia de leer es que te lo imaginas como quieres.